Tener la Generalitat como la tenemos, en funciones, o defunciones, pero sin que sus actuales inquilinos se hayan cuenta de ninguna de las dos cosas dado que actúan como si no se fueran a ir nunca, propicia que el foco de la actualidad se traslade a otras instituciones.
Básicamente, a los ayuntamientos grandes. Fundamentalmente, el de Valencia, que está llamado a servir de laboratorio de prácticas para algunas políticas que después se han de llevar a cabo en la Generalitat, cuando Puig deje de escribir libros y se marche. Por ejemplo, en materia lingüística.
Yo no sé exactamente que va a dar de sí la visita este mediodía del presidente de Lo Rat Penat a la alcaldesa Catalá, pero seguro que habrá tema, como dicen los modernos.
Ribó y el mismísimo Puig se han hinchado hasta ultimísima hora a regar con dinero público a entidades catalanizantes con la excusa de la lengua. ¿De qué lengua? Pues ya se sabe, la que no reconoce Lo Rat Penat, entidad centenaria defensora de la forma de hablar y escribir valenciano que menos se parece al catalán. Y que durante los últimos años ha atravesado una particular travesía del desierto que ahora puede tocar a su fin.
El presidente de la entidad cívica, Enric Esteve, fue además efímero concejal de María José Catalá en la anterior legislatura. Renunció por no poder cambiar las cosas al no haber alcanzado el PP el poder. Ahora esas cosas van a ser diferentes.