Llegados a este punto de la precampaña electoral (porque hasta el jueves no estaremos en campaña), la estrategia del PP pasa por poner en valor que no en todos sitios, y desde luego nunca a cualquier precio, va a pactar con Vox.

Es más, que donde pueda pactará con cualquiera (Coalición Canaria, UPN, PNV, incluso PSOE) antes que con Vox, partido en el que el ala dura (la de Buxadé) cada vez parece más dura y cada vez parece más fuerte.
Esa es la estrategia de Feijóo, que en paralelo presenta programa y presenta medidas de regeneración de la vida pública.

Enfrente tiene a el sanchismo, mezcla de pedrismo y todo lo demás, empeñado en demonizar unos pactos PP-Vox que todo el mundo menos ellos tiene descontados, y de los que sólo preocupa cuál de los dos partidos de la derecha mandará más. Por eso Feijóo probablemente deje caer Murcia o Aragón, para demostrar que no se pliega ante Abascal.

Es una buena estrategia para llegar al cara a cara del lunes con argumentos de fuerza frente al mono-argumento de Sánchez, junto con el del victimismo. ‘Mamá, mamá, que fulanito, que es ultra, me ha llamado amoral’. Feijóo dice que con 150 diputados (más que toda la izquierda) gobernará solo. Saquen cuentas: 150 más otros 10 aproximadamente que sacarán UPN, PNV, Coalición Canaria y Teruel Existe, posibles aliados del PP, hacen 160, a 16 de la mayoría absoluta. Factible. Quizá incluso se quede corto el cálculo.

La izquierda, el Frankenstein (que es la única manera de que Sánchez siga en La Moncloa) podría llegar a esos 160 como mucho, pero previsiblemente se quedará en menos. A unos 20 de poder gobernar. Los 32 que faltan son los de Vox, cuyos votantes, en su mayoría escindidos del PP, no van a entender que su partido no se centre en lo importante: echar al sanchismo, justo lo que le recordaba ayer a Feijóo el propio Abascal. Lo que vale para uno debe pues valer para el otro.