Antella ha sido el nuevo escenario de un viejo horror, de una tragedia mil veces repetida y de la que no se ve el final a corto plazo, la de la violencia de género. Los detalles ya los conocen. Son horribles. Como lo son en todos los casos en los que alguien mata a alguien, pero con el agravante de que se mata a alguien a quien alguna vez se amó y además en presencia de alguien que seguramente seguía amando a asesino y víctima a la vez.
Horrible, se mire como se mire. Y condenable. Yo no conozco a nadie que no condene un caso así. Aunque haya quienes maticen que otros casos con otras violencias deberían traer igual cuenta a las administraciones públicas. Pero no por ello veo yo que dejen de condenar crímenes como el de Antella, el primero por violencia de género que tiene lugar en la Comunidad Valenciana con Vox presidiendo Les Corts.
Durante los últimos días, desde que echaron a andar las renovadas instituciones autonómicas, se ha criticado mucho el compromiso de quienes ahora las rigen con la lucha contra este fenómeno. Porque creen que generalizándolo a otros fenómenos se pierde efectividad.
Del otro lado opinan que tanto individualizar estos casos tampoco ha servido para que las cosas mejoren. Bien. Que los políticos sigan debatiéndolo hasta que les dé la gana. Pero sin sacar los pies del tiesto, por mucho que estemos en campaña electoral.
Tuits, como el de una veterana socialista valenciana, asegurando que Mazón trata de “imbéciles” a los ciudadanos cuando condena este asesinato en las redes y poniendo en duda el compromiso del futuro presidente de la Generalitat contra esta lacra por haber pactado el gobierno valenciano con Vox no me parece que le haga ningún bien a una lucha que ha de ser de todos.