Hoy es 14 de julio, día nacional en Francia, la toma de La Bastilla, ya saben. De La Bastilla, y del palacio de la Diputación de Valencia. Otra pieza para el PP. Todas las gordas, para el PP. Excepto Mislata.
Oiga, pocas votaciones tan emocionantes como la de hoy en la institución provincial valenciana, con empate a 15 entre los bloques de izquierda y derecha, y una única diputada del partido comarcal de Ontinyent cuyo voto ha resultado decisivo. Pocas tan emocionantes, quizá con la excepción de las de Eurovisión. ¿Qué digo?, ¡más emocionante que las de Eurovisión en donde ya sabemos de antemano a quién darán los votos determinados países!
En la Diputación de Valencia no. Hasta última hora, hasta la votación propiamente dicha, no estaba claro lo que iba a pasar. De este episodio lo que se puede sacar en claro es que, aunque en ocasiones no lo parezcan, los políticos son humanos, y tienen sentimientos humanos. Como el rencor, el odio, la venganza, y sus antitéticos el amor, la solidaridad, y la empatía.
Y con esa premisa la lección que alguien había olvidado, y que con esta peripecia queda ya clarísima y vivísima para los restos, es que en política no conviene enemistarse con nadie; que no se puede despreciar a nadie, y que si por la circunstancia que sea toca marginar a uno de los tuyos, lo mejor es que, deshecho el entuerto, se pida perdón, y, sobre todo, no se condecore con un puesto político de relumbrón a la persona que primero abandonó el barco del despreciado, ése al que ahora todos verbalizaban apreciar.