Lo primero de todo será decir que los españoles hemos votado inestabilidad. Hemos votado que Carles Puigdemont decida si va a haber o no Gobierno en España. Nadie se ha puesto de acuerdo con nadie para que eso sea así, pero eso es así.
Difícil pues que Pedro Sánchez traiga de vuelta al prófugo, lo que se convierte por tanto en una más de sus promesas incumplidas. Alberto Núñez Feijóo, que ha ganado y al que Sánchez no ha felicitado, tiene casi imposible gobernar. Y si lo hiciera, sería gracias a Sánchez, lo que haría imposible que el líder gallego derogara el sanchismo. Con lo cual también él incumpliría su principal promesa.
Pero Sánchez, con el grito ayer de sus huestes de “no pasarán” (contestado en Génova con “que te vote Txapote” y con, atención, “Ayuso, Ayuso”) dejó claro que reeditará el “con Rivera no”, y que su apuesta volverá a ser la de la anterior legislatura: rechazar el centrismo y apoyarse en la izquierda y el separatismo.
Porque encima ha ganado en Cataluña y País Vasco. Las casas de encuestas han fracasado. Y dicen que han hecho fracasar al PP, confiado en unos pronósticos que le favorecían.
Tampoco habría que desdeñar el posible efecto mariposa del pasado personal del candidato valenciano de Vox, que obligó a recolocarlo rumbo al Congreso antes de que se acabara el plazo, lo que a su vez aceleró la formación de nuevo Consell y que se hablara mucho en campaña en toda España del pacto de las derechas en Valencia, sin perjuicio de los vaivenes de la negociación en Extremadura que también podrían haber perjudicado al PP.
Hoy se habla mucho de que el miedo de los españoles a Vox (en el que se ha basado la campaña de la izquierda) ha sido superior al miedo a Bildu y demás enemigos de España como concepto. Y que por eso cabe que haya un Frankenstein-2, más exigente que la versión anterior.
Porque el año que viene habrá elecciones catalanas y Junts querrá sacar más de lo que sacó Esquerra. Claro que el año que viene también habrá elecciones vascas y el PNV no puede dejar que el PSOE siga blanqueando y engordando a Bildu, pero tampoco va a apoyar una alternativa con Vox.
Así que tampoco la reedición está clara, por lo que quizá en Navidad debamos volver a las urnas. Así que no se entienden las celebraciones y los bailes en la sede del PSOE. Los de la sede del PP sí: eran pura imitación y disimulo para que no pareciera que su victoria era amarga, muy amarga.