Estamos a 26 de julio, pero como si estuviéramos a 29 de mayo porque ahora sí, de verdad, estamos notando los primeros efectos políticos en la Comunidad Valenciana del resultado de las elecciones autonómicas de mayo.
Hay quienes dicen que aquel resultado valenciano ha acabado influyendo en el sorprendente 23-J. Pero sus efectos a nivel comunitario están empezando a dejarse sentir. Empezando por la oposición, a la greña en Compromís y con problemas sucesorios en el PSPV.
El señalamiento de Pilar Bernabé como nuevo número dos de los socialistas valencianos después del fracaso de Fernández Bielsa en la Diputación y el apartamiento progresivo de Arcadi España (un sucesor más claro si la debacle no hubiera sido la que es) ya está levantando alguna que otra ampolla.
Nada comparado, desde luego, con la decisión de la parte mayoritaria de Compromís de cargarse al senador de designación de Les Corts que tenía la parte de Mónica Oltra. Había que buscarle una salida digna a Enric Morera y el pato lo ha pagado Carles Mulet en su particular ‘apocalipsis zombi’.
En el PP, mientras tanto, el ruido está en Madrid, o sea, en Génova. Ya le están moviendo la silla de Núñez Feijóo en beneficio de Díaz Ayuso. No parece muy justo, a pesar de la amarga victoria, y desde luego es muy precipitado.
A ver qué pasa este largo verano porque la perspectiva de que Sánchez, aun investido, llegue a los cuatro años es bastante peregrina con minoría mayoritaria adversa en el Congreso y la frontal oposición mayoritaria del Senado y la conferencia de presidentes.
Siguiendo con el PP y volviendo a la Comunidad, Mazón está en lo que toca: los nombramientos. Si ya con los consellers dijimos que éste iba a ser un Consell de la experiencia, con el segundo escalón nos reafirmamos.
Monzó, Quinzá, Bellver, Lumbreras, Argüeso, Fernández, Dómine y otros dan empaque y solidez a un gobierno que va a tener muchas cosas en contra. Empezando por las cuentas. No me extraña que vaya a pedir auditorías. También en el Ayuntamiento de Valencia. Y a ver qué sale.
