José Antonio Rovira es un político bragado y un conseller que conoce su departamento porque allí fue monaguillo antes que cura. Y si es verdad que, aprovechando que el primer desafío gordo que iba a tener el Consell era el inicio de curso escolar, ha encontrado minas dejadas caer por sus antecesores, hace muy bien en denunciarlo. Porque en la otra acera, a los diputados de Compromís les ha faltado tiempo para salir hoy a la calle con un cartel de “wanted Rovira”, al estilo de las famosas camisetas de Oltra con el “wanted Francisco Camps only alive”, que así de vivo sigue el recuerdo de la ex vicepresidenta en sus compañeros.
Lo de los 100 días de gracia, con esta oposición a este Consell está claro que no rige. Véase también la denuncia en Antifraude de Baldoví a Barrera por unas incompatibilidades cuyo plazo legal para que se arreglen se supone que aún no ha terminado.
Hace bien Rovira, digo, en denunciar. Y haría bien su compañero Marciano Gómez en hacer público lo que se encuentre en la auditoría que sobre el sistema sanitario tiene en marcha. Porque, por ejemplo, si es verdad eso que me cuentan fuentes del sector de que en la sede central de la conselleria hay más de cien personas cuyos cometidos no están claros, también debería saberse. Ellos, desde luego, lo contarían.