Las exigencias de los independentistas al único que saben que las puede atender no paran de crecer. En paralelo, las opciones de revalidar el cargo de éste último si mediaran nuevas elecciones, menguan.
Con lo cual la solución al dilema son obvias: el candidato socialista contará cuando le toque con los apoyos que antes consideraba indeseables para hacer cosas que hace dos días consideraba indeseables.
Y todo eso va a quedar más patente aún de lo que ya lo es tras el debate de investidura del único que va a quedar en el imaginario colectivo como capaz de parar los pies a los que quieren hacer cosas indeseables para la mayoría de la gente de este país.
El candidato de ahora, el probablemente cada vez más popular, antepone “principios, límites y palabra” al ansia por ser presidente, algo para lo que va a tener tiempo de sobra.
Llegar y besar el santo a la primera no ha sido nunca muy común en España. Besar en cambio al pecador se está convirtiendo en costumbre.