El de ayer fue un 9 d’Octubre más. Como todos los demás. Con fiesta en las calles, con discursos escritos y orales llamando a la unidad de los valencianos, y con distinciones a un buen puñado de personas e instituciones entre las que no faltan las meritorias ganadoras de lo que sea en cuyo auxilio acudimos siempre. Las modas, además, hay que respetarlas porque ese respeto es una tradición en sí mismo.
Y luego está la parte reivindicativa, en la que no pueden faltar nuestros clásicos: financiación, infraestructuras, agua, respeto a la personalidad propia, ésa que algunos vecinos venidos del norte reivindican que no se respete, que se subsuma, y que algunos paisanos nuestros reivindican con letra de Lluís Llach. ¡Mira que hay canciones para ilustrar una felicitación en redes del 9 d’Octubre, Baldoví, y te la tienes que buscar en el catálogo de un declarado independentista de Cataluña!
También es una tradición reivindicar esas cosas (financiación, agua, respeto), porque año tras año se quedan para mejor ocasión. Nuestras ofrendas a España quedan siempre pendientes de las oportunas satisfacciones. Es nuestro sino.
El 9 d’Octubre es nuestro particular Día de la Marmota. Mocaor para el sudor y las lágrimas, mazapán para endulzar los sinsabores que nos ha traído de premio el año vencido.