Que el Partido Popular gobierne de vez en cuando España es poco menos que un milagro, porque en las elecciones Generales compite siempre con las dos manos atadas a la espalda: Cataluña, y el País Vasco.
A diferencia del PSOE, en ninguna de esas dos comunidades son relevantes los populares. En Cataluña, porque han cambiado tanto de discurso convivencial con los nacionalistas que han conseguido marear a sus votantes eventuales. Por eso hace unos años ganó Ciudadanos. En el caso vasco, el problema de irrelevancia popular lo creó ETA, obligando al exilio a la gente de derecha constitucionalista, a la que en el mejor de los casos hostigó hasta hacerle insoportable la pervivencia en tierra tan hostil.
Ahora dicen que las cosas están cambiando en el nicho popular catalán, y que el apoyo ciudadano al PP está creciendo exponencialmente según algunos. Y a pesar de eso Feijóo, cuentan desde Madrid, está dispuesto a cambiar la cúpula del PP catalán, ya veremos con qué consecuencias. Porque el discurso de Feijóo cada vez que va a Cataluña se vuelve más y más contradictorio con los postulados tradicionales de su partido.
Que Feijóo dijera ayer en Cataluña que Puigdemont es “un político que no miente” ha dejado estupefactos a muchos. ¿No miente cuando dice que España roba a Cataluña?, ¿o cuando asegura que los que se excedieron en 2017 fueron los policías y los jueces… y Rajoy, que es del PP, al aplicar el 155?
A mí que Feijóo diga que Puigdemont no miente, además de parecerme una mentira como la catedral de Santiago, me ha recordado (salvando todas las distancias, por supuesto) eso que se decía antes de que ETA mataba, secuestraba, amenazaba pero no mentía.
Valiente consuelo que Puigdemont quiera cargarse la convivencia, la Constitución, a España aunque no mintiera, que encima sí miente.