Hay mucha gente que a estas alturas aún confunde la fiesta de Todos los Santos con el Día de los Difuntos. Y no: primero van los Santos, y luego los Difuntos. El 1 y el 2 de noviembre.

Ayer un señor del PSOE llamado Santos se fue, en su particular víspera de Halloween, a ver al que hasta ayer era precisamente un cadáver político, y desde ayer es la persona a la que un partido de Estado ha entregado las llaves del Estado.

Puigdemont lo agradeció choteándose del tal Santos colocándole de fondo un cuadro de votantes jubilosos en el referéndum ilegal de 2017 que los independentistas están dispuestos a repetir en 2024. El mensaje es claro: Santos, no me basta con la amnistía, quiero un nuevo referéndum. Y que el de 2017 deje de ser ilegal.

Lo verdaderamente abra-cada-brante de todo esto es la docilidad con la que toooodo el PSOE, hasta ayer contrario a la amnistía, ahora la defiende. Algunos, como Sandra Gómez, lo disimulan con notas de prensa en las que abogan por un nuevo ‘gobierno progresista’ y en las que eluden dejar por escrito la palabra ‘amnistía’. Bueno, en realidad los cargos del partido lo que hacen es defender sus sueldos y su estatus, que peligraría claramente si no se entregaran en brazos del independentismo con el que ahora se sacan fotos, el de Bildu y el de Puigdemont, porque a estas alturas, tras tantas mentiras, la alternativa de convocar elecciones sería seguro su tumba política.

Y antes de llegar a Difuntos, los socialistas prefieren los Santos. No Losantos, sino su Santos, ese señor que fue ayer a arrodillarse ante el altar de Puigdemont. Ya lo cantaba Mecano: no es serio este cementerio.