¿Han subido alguna vez en una montaña rusa? ¿Se acuerdan de que primero el trenecito asciende con lentitud y parsimonia hasta lo más alto, para a continuación sin solución de continuidad caer a toda velocidad hasta el valle en cuestión?

Pues el procès d’investidura hoy, Día de Difuntos, entra en la parte más rápida, la de la caída vertiginosa que nos va a llevar, según muchos, al descarrilamiento, al final de la separación de poderes en nuestro país. Y si no hay separación de poderes, mal puede haber Democracia, como es sabido. Estamos a punto de salir de dudas.

Pero las noticias que llegan hoy de los pactos de Sánchez no pintan bien: tras la foto de Santos Cerdán con Puigdemont y la urna del 1-O hoy se nos anuncia la cesión de las Cercanías catalanas y vamos a ver qué pasa con la deuda catalana, y sobre todo, que la amnistía no alcanzará a los policías denunciados en 2017 pero sí a los presuntos terroristas a los que se enfrentaron y a los presuntos malversadores que gastaron nuestro dinero en actividades contra la Constitución y el orden público. 

No soy yo quien califica a esas personas así, sino los jueces, a los que se les va a desmentir y ningunear con una amnistía que nos siguen vendiendo como pacificadora, cuando en realidad lo que está consiguiendo es dividir definitivamente a los españoles con el único propósito de mantener un puñado de sillones y sueldos en manos del PSOE.

Líderes socialistas locales y otros conspicuos defensores de la amnistía van a tener trabajo para explicar por qué se va a perdonar (y a pedir perdón) a presuntos terroristas pero no a los policías que les hicieron frente.