Victoria Prego lo explica muy bien hoy en El Independiente: no se puede hacer nada. Por mucho que las decisiones que está adoptando Pedro Sánchez de regalar las llaves de España a los independentistas pongan en peligro la separación de poderes y por tanto la Democracia, ésta misma, la Democracia, no permite hacer nada que pueda impedirlo, salvo pataleos en forma de concentraciones y manifestaciones. Y algún retraso intencionado en el Senado. Y la oposición coordinada de las comunidades autónomas en las que no mete mano el PSOE.
Naturalmente, los métodos no democráticos hay que repudiarlos (por si a alguien se le pasa por la cabeza) y descartarlos. La opacidad añadida con la que los socialistas están vendiendo el régimen constitucional aumenta la inquietud y hace que proliferen informaciones que en cuestión de una semana vamos a saber si son ciertas o no. Como que se quiera extender la amnistía a los corruptos del clan Pujol, o que los independentistas exijan el control de Caixabank, o que las pensiones catalanas se gestionen en Cataluña.
Asuntillos que habría que sumar a las concesiones en forma de control del transporte, quita selectiva de deuda, aumento exclusivo de inversiones, y desmontaje del andamiaje legal que de momento aún permite juzgar a acusados nada menos que de terrorismo.
El foco está puesto en las negociaciones con los independentistas catalanes. Poco se habla de las cesiones a los independentistas vascos. De momento. El panorama no pinta bien. Pero no queda otra que esperar a que pasen cuatro años de más cesiones. Porque de momento sólo hablamos de echar a andar, no de andar cuatro años en estas condiciones con estas compañías. El referéndum, la última de las cesiones, no parece por tanto que pueda tardar mucho. Tienen de aquí a 2027.