Conseguir que este comentario no quede periclitado en menos de diez horas es misión casi imposible, a la velocidad que van a ir las cosas políticas esta semana.

Era casi imposible ceder a todas las pretensiones de quienes tienen por fin último conseguir la destrucción del Estado, hasta que se nos apareció Sánchez, ese señor que perdió las últimas elecciones, pero cuyo fin en la vida es seguir gobernándonos con la excusa de parar a la extrema derecha. Siempre es mejor ir de la mano de la extrema izquierda.

Hoy falta justo un mes para que volvamos a celebrar el Día de la Constitución, aunque antes llegará el acuerdo de gobierno que sólo podrían impedir Puigdemont o Page (no lo harán), y que consagrará justo lo contrario de lo que consagraba la Constitución: la desigualdad entre los españoles de unas y otras comunidades autónomas, y sobre todo, la desigualdad de los españoles ante la ley dependiendo de la excusa con la que cometieran sus delitos. Si era por el ‘procés’, entran en el cupo de la amnistía hasta las acusaciones por terrorismo y corrupción.

Cuenta hoy VozPópuli que desde que Sánchez manda el PSOE ha perdido 15.000 militantes. Y que en la parte económica del acuerdo, a Cataluña se le va a beneficiar con 64.000 millones. Aun así, 96.000 socialistas han validado los acuerdos de Sánchez sin conocerlos en detalle, a ciegas, y a pesar de que hace tres meses lo que hubieran validado es lo contrario, porque entonces se les decía que lo que ahora va a ser posible era imposible.

Las encuestas dan perdedor al PSOE si hay adelanto electoral. Por eso no lo habrá. Por eso Cataluña tendrá quita de deuda y los valencianos y los demás no. Díaz Ayuso ha convencido a Feijóo, y éste a los demás, de que estamos ante una trampa saducea de Sánchez, que ya sabemos que gusta de hablar en nombre de España, y quién sabe si cuando sea reelegido, en el nombre de Dios.