La actual crisis política en España es más para telepredicadores que para simples comentaristas, porque los asuntos a debatir y los puntos de vista desde los que atacar el problema son numerosísimos. Pero nos mantendremos en el segundo de los supuestos, y les comentaremos hoy sólo algunas cosas. Como que la pregunta del millón tras las multitudinarias concentraciones de ayer es… ¿Y ahora qué?.
Imagino que Feijóo tendrá ya lista una hoja de ruta, que incluirá todo lo que ya sabemos: retrasos de los plazos en el Senado, recursos de las CC.AA., apelaciones a la Unión Europea (que ya paró derivas anti-jueces en el Este del continente, por eso los mediadores entre PSOE y Junts serán de fuera de la Unión), y sobre todo, más concentraciones, todas las que la balanza entre el cansancio y la indignación permita.
Hay quienes también, especialmente desde la orilla de Vox, pretenden una huelga general para el día 24, pero sin los sindicatos llamados de clase. No parece fácil. Y es importante que los constitucionalistas no resbalen en ninguno de los pasos que den de ahora en adelante, con el precedente del gran éxito de ayer, en el que el único incidente, el del acoso y agresión a una periodista y su cámara, que aquí condenamos con rotundidad, no puede como algunos pretenden deslegitimar la protesta pacífica y cívica en 52 plazas de España. No cuela.
Otra cosa a analizar en cuanto conozcamos los detalles de los acuerdos de Sánchez con los periféricos es a quiénes va a salvar la amnistía, y qué repercusiones económicas y políticas va a tener el neo-Frankenstein para la Comunidad Valenciana. Ya saben que Ximo Puig quiere ser ministro en ese cuerpo de retales, por eso está últimamente más sanchista que Sánchez.
Hoy algunos dicen que se vaya olvidando, porque Iceta quiere repetir en Administraciones Territoriales. Seguramente esta semana saldremos de dudas. Sánchez tiene muchas ganas de demostrar que le importa un pito el mensaje que ayer le enviaron muchos miles de españoles.