El hombre que hasta pactar con Puigdemont pensaba que iba a pasar a la Historia por haber sacado a Franco del Valle de los Caídos ha anunciado su Gobierno de la Amnistía el 20-N, el aniversario del día en que murió el último dictador español hasta el momento.

Un Gobierno caro, de 22 miembros y miembras, con un presidente y cuatro vicepresidentas, con dos valencianos, uno de ellos como si no lo fuera. Porque, como sabe bien cualquier ministro de agricultura y ganadería que se precie, la vaca es de donde pace, no de donde nace. Y el titular de esa cartera, Luis Planas, es más andaluz que valenciano aunque naciera aquí. Incluso por carnet socialista.

Por tanto, el único ministro de verdad valenciano del nuevo gabinete va a ser la ministra Morant, Diana de nombre, que ha acertado estando en el momento justo en el lugar oportuno, y que a sus competencias de Ciencia unirá ahora (como indicaba la lógica también antes) las de Universidades. Crece la gandiense, cada vez más tiburona (que no delfina) de Ximo Puig. Porque el expresident, cuyas opciones ministeriales habían sido amplia e imprudentemente divulgadas, se queda fuera del gabinete de Sánchez, ese hombre que le hizo perder las Autonómicas, que le cambió las listas de las Generales, y que también le hizo concebir esperanzas de su ascenso al Parnaso monclovita.

Sánchez es así, cambia de opinión con frecuencia. Puig se tendrá que conformar con un puesto mondo y lirondo de senador (que tampoco es ninguna tortura), y con su secretaría general de los socialistas valencianos hasta que en el nuevo congreso del PSPV Sánchez impulse a su relevo.

Puig tendrá antes que decidir si tiene soldados para plantear batalla o si es hora de salir del foco.