Los encuentros políticos suelen ser buenas noticias, porque de ellos, especialmente si quienes quedan son de distintos partidos, suelen salir cosas buenas. Un ejemplo reciente es el de la ministra Ribera y el presidente Moreno en Doñana.

También es verdad que últimamente los encuentros no siempre son para bien. Podríamos citar el caso de los encuentros de Santos Cerdán con Puigdemont. Santos Cerdán, por cierto, tenía dos encuentros con militantes socialistas de la Comunidad este fin de semana y los acaba de suspender.

¿Será que Puigdemont le ha vuelto a citar para un primer examen al Gobierno? La prensa cuenta también hoy que el francés Macron ha convocado a una reunión a unos cuantos líderes europeos, entre los que no consta que esté el presidente de turno de la Unión Europea, un tal Sánchez.

En los encuentros hay que tener siempre claro el motivo. Mazón ha citado a Puig y Baldoví para cerrar una agenda valenciana de reivindicaciones al Gobierno. Lo ha hecho a sabiendas de que ninguno de los dos partidos de la oposición se va a oponer a sus partidos en Madrid, que son los que están en ese Gobierno.

Y, claro, los dos partidos de la oposición han buscado excusas para no encontrarse con el presidente de la Generalitat: o bien pidiendo la inclusión de temas que no son para reivindicar en Madrid y por tanto no entran en el propósito confeso de la convocatoria, o bien criticando las acciones del socio incómodo, Vox, en las calles y en la presidencia de Les Corts como si eso les impidiera acordar la agenda valenciana del agua, de la financiación o del derecho civil.

Los encuentros políticos a veces son más difíciles que los encuentros en la tercera fase.