La Navidad es tiempo de reuniones. Con la familia, con los amigos, con los compañeros de trabajo. Pedro Sánchez, imbuido del mejor espíritu navideño, se reúne hoy con Pere Aragonès, que es catalán y no ejerce de otra cosa, y mañana con Núñez Feijóo, que es gallego pero actúa como español. Y después se irá reuniendo las veces que sean necesarias con Carles Puigdemont, que es español, pero sólo a los ojos de quienes le acogen en el extranjero.
Sánchez nos han contado vía El País que celebra que “se reconozca y rehabilite” a Puigdemont. En realidad eso lo hace él, que hace tres meses decía que traería al prófugo Puigdemont para que fuera juzgado. Ahora el juzgado será Sánchez. Por la opinión pública. Parte de la cual estará de acuerdo en tirarse por un barranco si así se lo indica el inquilinísimo de La Moncloa.
La otra parte no sale de su asombro viendo al presidente de Gobierno que nos ha tocado en suerte celebrando estos días reuniones impensables aquellos otros días ya lejanos. Reuniones de las cuales la más normal y lógica va a ser la única de la que no saldrá ningún acuerdo, la de mañana, porque Sánchez con los únicos que cede es con todos los demás.