Lo de la paridad, la igualdad, la no discriminación y todas esas cosas están muy bien, son de justicia, y todos debemos luchar por ellas. Lo del lenguaje inclusivo en cambio es más discutible. Aparte de que duplicar el genérico desdoblándolo en masculino y femenino atenta contra la llamada ‘economía del lenguaje’, haciendo las frases larguísimas y engorrosas, esa práctica nos puede inducir a situaciones ciertamente embarazosas.

Es verdad que hemos asimilado el uso de palabras que antes no existían, como ‘presidenta’, aunque la lógica indicaba que la persona que preside, hombre o mujer, es la persona presidente; como la persona que se somete a examen médico es ‘paciente’ y no ‘pacienta’. Pero hay algunas otras que se resisten a la conversión. ‘Periodista’ es una de ellas, quizá porque se parte de una fórmula teóricamente femenina y entonces el problema discriminatorio simplemente no existe.

Pero hay otros dos vocablos especialmente delicados. Uno de ellos es ‘piloto’. Nadie habla de ‘la pilota’ de carreras, sino de ‘la piloto’ de carreras. Y mira que en el caso nuestro casaría bien poder hablar de ‘la pilota valenciana’.

Bromas aparte, la otra palabreja es aún peor. Ésa no admite la fórmula femenina acabada en ‘a’, ni la masculina acabada en ‘o’. A ver si al final va a tener razón Irene Montero con su empeño en acabar las palabras en ‘e’. Porque ahora que los Reyes Magos están a punto de venir, los que le han desbrozado el camino son simplemente ‘pajes’. Feliz Noche de Reyes a ‘todes’.