El grado de degradación de la política española se mide en la perversión del significado de palabras que hasta hace nada eran incontrovertibles.'Valgan como ejemplo dos: mentira e insulto'.
Hasta la llegada de Pedro Sánchez al Gobierno, y seguramente por culpa de las condiciones en las que llegó (que obligan a hacer y decir lo que sea para no dejar de gobernar) ‘mentir’ era no decir la verdad. E insultar, proferir un epíteto denigrante para el oponente. Decir una verdad de un oponente nunca ha sido un insulto hasta ahora. Ahora sí. Y una verdad nunca ha sido una mentira. Ahora sí.
A ese punto hemos llegado. Y sí, en ocasiones el PP y más aún Vox han contribuido a la escalada permanente de la polarización que vivimos, pero no parece discutible que quien empezó (insisto en que seguramente por una necesidad que ya se ha convertido en costumbre) fue el todavía líder del todavía PSOE. Ése que dice que en Cataluña ahora todo va bien. Pues ayer la mesa del parlamento catalán aprobó tramitar una iniciativa para que la cámara pueda llegar a declarar unilateralmente la independencia.
La propuesta, de la extraparlamentaria Solidaritat Catalana, obtuvo el apoyo de la CUP, y de Junts, el partido que pese a todas las cesiones de Sánchez no ha renunciado nunca a la unilateralidad independentista, y del que depende la amnistía, los presupuestos, la legislatura, Sánchez, y el propio PSOE. Lo sabemos todos. Son hechos. Pero para el interesado seguramente serán insultos y mentiras. Hasta ahí llega la degradación de la política española.