Las presunciones son muy importantes. Especialmente, las de inocencia. Hoy me encuentro dos muy relevantes ciertamente cuestionadas. Primero está la de José Luis Ábalos, diputado valenciano que fue quien alojó y llevó de gira por España en su coche a Pedro Sánchez cuando el PSOE desahució al hoy presidente del Gobierno.

Sánchez le echó del Ejecutivo y ahora le quiere echar del partido, sin importarle un comino la presunción de inocencia que le sería obligado respetar. Porque Ábalos a estas horas no está acusado de nada.  Ojo, esas cosas también pasaban antes en el PP, pero ahora ya no ocurren en ningún sitio. Que le pregunten a Marlaska.

Y Ábalos seguramente se va a ir. De su partido, no del Congreso, que tiene muchos hijos que alimentar. Vamos a ver en qué deriva todo eso. Porque los nervios del presidente y la memoria del señalado, combinados, pueden dar mucho juego de aquí al final de la legislatura, sea ésta cuando sea.

Otra presunción de inocencia respetada de aquella manera es la de los bomberos de Valencia. Alguno ha sugerido que las órdenes de quedarse dentro de un edificio en llamas no fueron correctas. Sin aplicar la presunción de inocencia que, con los protocolos en la mano, también le es de aplicación al cuerpo. Especialmente a los dos bomberos que tuvieron que tomar decisiones y dar órdenes sobre la marcha. Y que seguro que ahora están necesitando una ayuda especial. No sólo para sus quemaduras. Sus compañeros cerraron ayer filas en un comunicado.

Y otra presunción vulnerada en las últimas horas es la de la privacidad que las víctimas de ese siniestro demandan, ahora que se están instalando en Safranar. Han pedido respeto y han pedido que no se les persiga con una cámara. O dos. O tres. Y están en su derecho. La inocencia y la privacidad son dos derechos. Y su presunción, una obligación.