Yo no sé si a ustedes les pasó esta reflexión por la cabeza, o si en todo caso se acuerdan de que les pasara, pero durante la aparentemente lejanísima pandemia todo fue tan rápido, todo fue tan improvisado, todo fue tan poco pensado y reflexionado que la caza y captura de los materiales con los que teníamos que protegernos (y de los que carecíamos) se convirtió en una especie de ‘sálvese quien pueda’ o de ‘ley de la selva’.
Y como todo lo que sabíamos es que todas nuestras autoridades (cada una por su cuenta) buscaban desesperadamente intermediarios con los que acceder a mascarillas, geles, epis y demás de fabricación extranjera, pues la aparición de aprovechados parecía inevitable.
En aquel entonces o no se reparó en ese riesgo o se dejó pasar porque la prioridad era otra, la de salvar vidas. Pero claro, la pus siempre supura. Y siempre que hay algo podrido hay alguien que se lo guarda hasta encontrar el momento oportuno en que hacerlo aflorar. Y ese momento parece que es éste, tantos años después, a punto de la aprobación de la amnistía.
A mí lo que me subyuga, se lo confieso... lo que me encantaría llegar a saber algún día es quién maneja los hilos y decide qué se ha de saber y cuándo. O, como diría Remedios Amaya, quién maneja esta barca, esta barca llamada España.