Abramos hoy un paréntesis, no hablemos esta vez ni de Koldo, ni de Begoña, ni siquiera de Puigdemont, que empujarán con fuerza a partir de mañana. Abramos un paréntesis, y hablemos de cosas que están pasando en la Comunidad Valenciana.

Media España lleva días regada por la lluvia, y parte de ella está cubierta por la nieve. Pero a nosotros nos ha tocado el que todo el mundo dice que es el peor de los fenómenos meteorológicos ordinarios posibles: el viento. Un viento que no termina de irse de aquí, que está molestando en las mascletás, que ha herido de gravedad a un viandante en Valencia, y que, peor aún, ayudó a propagar el trágico incendio de Campanar, de cuyos diez fallecidos destaca en el recuerdo de todos la de una familia de padre, madre y dos hijos pequeños.

Hoy también ha habido incendio trágico en Villajoyosa, abuela, padre e hijo como víctimas. Justo el día en que la ministra de Defensa venía a homenajear a los servicios de emergencias por lo de Campanar. Es como una maldición, viento y fuego cuando en el resto de España hay lluvia y nieve. Viento y fuego presidiendo el inicio de las fiestas de la Magdalena y las de las Fallas.

Al menos aquí en Valencia uno percibe más ganas de fiesta que nunca, a tenor de cómo estaban las calles de la ciudad este fin de semana y de con qué intensidad se vivía todo. Pero sin prisa, sin pasar por encima de las víctimas de la desgracia de Campanar, como sugerían con muy mala entraña los amantes de la fruta de la comparsa de los Carnavales de Cádiz a los que yo creo que les han caído pocas.

Pero bueno, es lo que algunos dan de sí, y tampoco vamos a insistir más. Lo importante es que se ha honrado a las víctimas (como imagino se honrará a las de Villajoyosa), y que ahora es tiempo de fiesta, respetuosa y contagiosa. Sólo falta que amaine el viento y empiece a llover. Antes de la plantà, claro.