Se habla mucho estos días de la ‘tercera autoridad del Estado’, que es el presidente o presidenta del Congreso de los Diputados. En este caso, Francina Armengol. Así que convendrá recordar que la primera autoridad del Estado es el Rey, y la segunda el presidente del Gobierno (en este caso, Pedro Sánchez) y no al revés.

Eso, en teoría. Porque en la práctica ya sabemos que el poder del jefe del Estado es más simbólico que real (salvo en lo militar, donde el rey es el mando supremo), y el poder del jefe del Gobierno en cambio es más que el que se le presume.

Porque, al dirigir también al partido alrededor del cual se articulan las mayorías que soportan al actual Gobierno, en la práctica también controla al segundo poder del Estado, que es el Legislativo, o sea, las Cortes, o sea, el Congreso, o sea, Armengol en este caso. Es decir, Sánchez controla el primer y el segundo poder del Estado, es decir, a la segunda y a la tercera autoridad del Estado.

Conviene en este punto recordar que el primer poder del Estado es el Ejecutivo, el Gobierno, y el tercero, el Judicial, ése para el que el PSOE quiere cambios que le garanticen su control y el PP que esos cambios no se produzcan para evitar que esto de la política en España, tan imbricada también con lo judicial, se convierta en un paseo militar para cualquier cosa que se le ocurra a Sánchez o a alguno de sus irredentos socios.

Total, que cuando Francina Armengol reclama respeto para la tercera autoridad del Estado (titular del segundo poder del Estado) en realidad está pidiendo exención de responsabilidades políticas para la ‘sanches-fera’ y todo lo que de ella dependa. Entre los que de momento no están ni los jueces ni muchos periodistas (tercer y cuarto poder), justamente quienes ponen en cuestión algunas de las cosas que presuntamente tuvieron  que ver con lo que hizo o dejó de hacer la actual tercera autoridad del Estado… antes de ser la todavía actual tercera autoridad del Estado.