De verdad que me gustaría ocuparme a estas horas del veto del Gobierno a la ampliación del aeropuerto de Alicante, o del veto del PP a los objetivos de estabilidad en que el Gobierno justifica dar menos dinero aún a la Comunidad Valenciana, o de los torpes pirotécnicos de León que ayer pusieron en su mascletá una bandera catalana sobre el cielo de Valencia. O incluso de la posibilidad de que Koldo acabe cargándose la candidatura a la Generalitat de una Diana Morant que depende por completo de Sánchez.
Pero les tengo que volver a hablar de la Amnistía. Una ley con nuevas cesiones del Gobierno, a pesar de que hace dos días los ministros decían que no las harían. Cesiones que van por redefinir el terrorismo para que no afecte a Puigdemont, limitar la traición al uso de la fuerza, y constreñir la malversación al caso en que haya beneficio económico particular, no a favor de una causa noble como la del independentismo.
Esta nueva ley, que va a suponer la deslegitimación de los jueces y el aumento de la crispación entre españoles, nos la ha vendido el ministro Bolaños porque reestablecerá la concordia en Cataluña. Es decir, arreglas supuestamente (porque en Cataluña también hay constitucionalistas) un problema en una Comunidad para estropear otro a nivel nacional. Bravo. Porque además tampoco va a cerrar nada en una Cataluña en la que los independentistas nunca han renunciado a nada, ahora ya amparados por una nueva impunidad, perdón, legalidad.
A mí Bolaños me recordaba esta mañana, cuando vendía las bondades de una ley según él “impecable”, a Ramonet, el charlatán de Orihuela capaz de vender mantas por los mercadillos incluso a Bolaños. Decía el ministro que esta ley va a ser un referente mundial, y creo que va a tener razón: la Amnistía -y los fines que hicieron que todo un presidente pasara de rechazarla a abrazarla- va a ser estudiada en todo el mundo. Con asombro.
Ahora que estamos en vísperas del aniversario del 11-M, cuando el PP, por mentir, vio asediadas sus sedes con el aliento del PSOE, me viene a la memoria lo que dijo el entonces líder socialista Pérez Rubalcaba del entonces presidente Aznar: “España no se merece un gobierno que miente”. Digo yo que ahora tampoco.