El 11-M fue el primer día de una nueva era en España, el día en el que se empezaron a romper los consensos básicos de nuestra Democracia. Ya nada volvería a ser igual. Diez días antes se detuvo a dos etarras con 536 kilos de explosivos que iban a colocar en Madrid en plena campaña electoral. Justo lo que ellos no pudieron hacer lo hicieron otros el 11-M, islamistas, pero que inicialmente todo el mundo dio por hecho que eran etarras. Lo dio por hecho hasta el lehendakari Ibarretxe.
Ese día yo estaba en una tertulia en Canal 9, y todos pensamos que tamaña barbaridad derivaría en una clara victoria electoral del PP. Pero horas después todo el mundo menos el PP empezó a dar por sentado que la autoría era islamista. Quizá porque Otegui, siempre bien informado, ya decía que no había sido ETA. Y el PSOE empezó a hablar de Gobierno que miente, a cercar las sedes populares, y a ver una oportunidad electoral en el enredo comunicativo de los de Aznar, hasta que convenció a buena parte de los electores de que el atentado había sido culpa de la entrada de España en la guerra de Iraq, a pesar de que nadie nuestro disparó nunca nada allí.
Quizá por ese cúmulo de despropósitos, y desde luego porque nunca se ha sabido quién organizó a un puñado de musulmanes para cometer el mayor atentado de la Historia de España, todavía hoy un 58% cree que no se sabe la verdad sobre cuestiones esenciales del 11-M, según el diario El Español.
Tres días después se celebraron unas elecciones que el juez Gómez Bermúdez dice hoy que quizá debieron aplazarse, tal era el estado emocional de los españoles. Yo presidí el día 14 una mesa electoral, y puedo dar fe. El caso es que ganó ZP, y con él empezó todo.
El PSOE empezó a abandonar el internacionalismo para coquetear con los nacionalistas y su reforma del Estatut catalán cuya derogación parcial por parte del Constitucional derivó en el procés. Todo lo demás vino después.
El 11-M de hace hoy veinte años fue el primer día de una nueva era histórica en España.