En este día de depresión post-fallera en el que todos nos preguntamos cómo combatir incivismos y mediocridades, les dejo dos ideas para el debate: fusionar comisiones falleras como propone Salazar en Las Provincias para que los monumentos no sean sólo la pobre excusa para montar una carpa es probablemente tan difícil como fusionar municipios para abaratar servicios.

La otra idea: si cada colectivo ofendido consigue ir achicando la libertad creativa de los artistas falleros, hasta Junts va a acabar quejándose de que a Puigdemont le hagan un ninot, y las Fallas acabarán como empezaron: quemando muebles viejos.

Consumado este desahogo fallero, volvamos a la cruda realidad política de este país, que hoy tenía epicentro en el Congreso. Que en aras de la corrección política quieren que se llame sólo así, ‘Congreso’, sin ‘diputados’ para no tener que poner también ‘diputadas’.

El Gobierno parece dispuesto a difuminar todo lo que pueda su papel institucional. Porque si el Senado ya es sólo una cámara de ‘cabotà’ cuando gobiernan los tuyos y ‘d’entrebancs’ cuando lo hacen los otros, ahora el Congreso tampoco sirve ya para controlar al Gobierno, sólo para contestar preguntas con otras preguntas. En plan frontón. Quizá fuera bueno replantearse su uso como trinquete. ‘Trinquete Koldo’ podría ser un buen nombre. Presunto, por supuesto. 

En realidad la sesión de hoy, como ahora veremos, apenas ha servido para que sepamos que el PP va a investigar al “entorno más inmediato” de Sánchez, que igual no es sólo su mujer, y para que constatemos una vez más la obsesión del PSOE con Ayuso, sólo comparable a la que antes le tuvieron a Aznar o a Zaplana, seguramente porque los veían bastante más peligrosos que a Rajoy o Feijóo. Pero yo de Sánchez no me fiaría, porque después de un gallego que baja la escalera viene otro que la sube.