No sé si es casualidad, pero Joan Ribó se va hoy del Ayuntamiento de Valencia en pleno inicio de la operación salida de la DGT para la Semana Santa.
Hay otros veteranos a los que les pasa justo lo contrario: a Ángel Franco, que lleva treinta años mandando en el socialismo de la ciudad de Alicante a pesar de que en los últimos tiempos no tenía cargo, lo recupera ahora Diana Morant para su ejecutiva de país. Dejando, por cierto, a la exconsellera Ana Barceló, jefa de la oposición en el ayuntamiento de Alicante, fuera del selecto elenco de primeros espadas del PSPV. Barceló, recuerden, fue consellera de Sanidad.
Hay otros tan veteranos como Ribó o Franco o Barceló que tienen muchas conchas tras haberlo pasado mal en la vida por culpa de determinados episodios vergonzantes de su biografía, que sin embargo, en lugar de hundirles, les han acabado haciendo más fuertes: se me ocurren Julio Cardeñosa, el autor del famoso gol contra Brasil que nunca existió y carne de chistes durante veinte años; Pedro J.Ramírez tras su relación sexual con una tal Exuperancia que fue la comidilla en la España de los 90; Pete Best, el primer batería de los Beatles al que los Beatles desahuciaron a las primeras de cambio; o Woody Allen, acusado por su expareja pero también exculpado por la Justicia de presuntos abusos a una menor. Todos levantaron cabeza cuando parecía que nunca más podrían hacerlo.
Es gente con la que es difícil confrontar, porque tienen exploradas todas las respuestas a todas las posibles preguntas. Como Carlos Flores, el diputado de Vox con una vieja condena ya saldada que la izquierda se empeña en recordar todos los días, al que me sorprende que aún haya gente que tenga ganas de enfrentársele en las redes, sabiendo lo brillante dialéctico que es y lo estudiada que tiene su biografía.