Lo dije el otro día, y lo reitero hoy: atender a las apariencias en el juicio del caso Erial, sin tamizarlas con factores modificativos tan decisivos como los que concurren en este episodio, es correr un gran riesgo de equivocarse en la valoración final de los hechos por parte del tribunal, que por estrictas razones de justicia nunca puede extraerlas simplemente a peso. Que iba a haber un puñado de testimonios en contra de la línea de defensa de Eduardo Zaplana era más que esperado, porque los rumores de pactos de algunos antiguos colaboradores del expresident con Fiscalía para conseguir rebajar posibles penas circulaban libremente desde hace tiempo. Ése es uno de los factores clave a tener en cuenta para no fijarse sólo en las apariencias.

Juan Francisco García, jefe de gabinete de Zaplana en la Generalitat, era uno de los candidatos a testificar contra su antiguo jefe. Como Pachano, su examigo de la infancia, y al contrario que Mitsouko Henríquez, la secretaria perpetua del expresident de la Generalitat. Y lo ha hecho. Pero García también ha desviado parcialmente el tiro. Igual que los hermanos Cotino. Porque precisamente el otro factor a tener en cuenta en las estrategias de defensa de un caso tan complejo como éste es ése, el desvío de las responsabilidades hacia quien providencialmente ya no puede defenderse porque está muerto. Y de esa forma las responsabilidades quedarían extinguidas. Los juicios son así.