Ayer por la tarde de lo que todo el mundo hablaba era del envenenamiento de árboles monumentales en Valencia, una nueva modalidad de la vieja y cruel práctica de las matanzas de gatos o de perros callejeros que salta a los titulares cada cierto tiempo.
Esta mañana a primera hora de lo que todo el mundo hablaba era de Israel e Irán, de los cohetes -si me permiten el chiste- que ahora ‘irán’ y luego volverán, porque ésta es una partida casi infinita de lanzamientos de ida y vuelta, de momento controlada porque nadie parece querer extender la guerra de Gaza, que por sí sola no tiene pinta de acabar nada bien.
Esta mañana, a media mañana, de lo que todo el mundo hablaba era de la ampliación de los dos grandes aeropuertos de la Comunidad, que cuando lo pedía Mazón era una “chiquillada” pero que ahora el Gobierno hace suya rebautizándola para que no parezca que hace caso al PP con el nombre de ‘expansión’.
A Compromís le ha faltado tiempo para oponerse. Como con el Puerto de Valencia. El ministro Puente a este paso se va a convertir en bestia negra de los naranjas. Naranjas que ayer en Les Corts iban de negro. Baldoví, tan aficionado al blanco como González Pons, cambiaba la ‘España camisa blanca de mi esperanza’ de Ana Belén por la ‘camisa negra’ de Juanes para denunciar la vuelta del franquismo a la Comunidad Valenciana. Y, de paso, para decirle ‘mala persona’ a la popular Elena Bastidas por su labor de zapa contra Mónica Oltra.
Hombre, si a cada uno de los diputados que han perseguido judicialmente sin éxito a políticos del bando contrario les llamamos ‘malas personas’, alguna de Compromís o del PSPV podríamos encontrar: bien en casa, revolviéndose contra quien ahora le defiende y antes le empujaba, o bien jugando con los codos para irse a Europa antes de que la saquen de Valencia.