La clave de la mini-serie de cinco días que ha protagonizado Sánchez está en los seis minutos que tardó en contarnos su decisión de seguir. En su discurso hizo como las publicaciones digitales que ahora parece dispuesto a combatir: dejar el titular para seis minutos después de empezar a leer.
Empezó con rostro compungido y tono especialmente bajo, en línea con lo que había transmitido a la gente de Moncloa tras ir a ver al rey. Jugó con todos. Especialmente con los suyos, dando a entender que se iba. Porque, además, si los cinco días se los tomó por el disgusto y para reflexionar con Begoña, ¿cómo es que ahora nos dice que Begoña se enteró de la carta al leerla en Internet y que inmediatamente le dijo que no dimitiera? Luego los cinco días los empleó, seguro de su decisión, en ver qué hacían los demás. Lo que pasa es que el respaldo popular no ha existido, y que los pelotas más significados no podían hacer otra cosa que pelotear más que el de al lado, a lo Kim Jong Un. Tampoco a Sánchez en realidad le quedaba otra.
En Europa desde que dijo del alemán que preside el PP europeo ‘no-sé-qué-cosa de Hitler’ mucho futuro no tiene, porque desde entonces pesa un veto sobre él. Así que ahora tendrá que afanarse en lanzar a periodistas contra periodistas y, si lo tiene a bien, explicar por qué él lanza bulos contra familiares de Feijóo (o contra el propio Feijóo asegurando que quiere que Begoña se quede en casa) sin que nadie se lo reproche. Porque también ha quedado claro que no hay relevo plausible en el PSOE. Montero no es una opción seria. Y a su izquierda cada vez queda menos. Por eso Yolanda Díaz tuvo que aprovechar ayer para reivindicarse. Y por eso Tezanos le da al PSOE nada menos que 9 puntos de ventaja (¿de sutura?) sobre el PP… según una encuesta hecha cuando se pensaba que Sánchez se iba. Vienen tiempos azarosos en los que no parece que vaya a ser Sánchez el único que tome iniciativas arriesgadas.
En cualquier caso, sería bueno que los 5 días le hayan servido al presidente para interiorizar que lo que se le reprocha no es que sea socialista, ni de extrema izquierda, sino que sea tan mentiroso. Los 6 minutos que tardó en decir que se quedaba fueron una nueva prueba.