La tinta de calamar para tapar al fiscal general, ése que ejerce con sonrisa de José Coronado pese a que los jueces le acusaron de desviación de poder y a que ayer le desautorizaron por dos veces, la está poniendo el Gobierno con su lucha contra la concordia mediante una carta invasiva del ministro Torres a la presidenta de Les Corts y con las presencias esta tarde de Sánchez y del propio Torres a la zona del puerto de Alicante desde donde partió al exilio en Orán el último barco de la República. A eso súmenle ustedes que el Gobierno tiene a Óscar Puente, y comprenderán por qué Sánchez siempre marca agenda.
Decía ayer la expresidenta andaluza Susana Díaz algo así como que todos los gobiernos tienen que tener un dóberman. Lo decía a cuento de Puente, que decide siempre de qué se va a hablar cada día que se manifiesta en Twitter, en donde parece que pasa más tiempo que en el ministerio. Sería curioso un duelo en esa red con Carlos Flores, el diputado de Vox, porque no sé quién de los dos resultaría ser más fecundo. Al PP quizá le falte un Óscar Puente, pero a Vox no.
Se va a traer próximamente al argentino Milei a un acto, no importa lo que digan de ellos, y trabaja para traerse (si sus problemas judiciales y de campaña se lo permiten) nada menos que a Donald Trump. Improbable, pero no imposible. ¿Se lo imaginan? Pues puede pasar. Sin complejos, como el PSOE. De hecho Salvador Illa dice que si gobierna en Cataluña va a recuperar al mayor Trapero, el de los Mossos pasivos cuando el procès. Ya ven ustedes qué cosas.