Si los ataques de Óscar Puente a Javier Milei, al que llamó drogadicto, no pueden ser tenidos como un ataque a la soberanía de Argentina, los de Javier Milei a la esposa de Sánchez, a la que llamó corrupta, tampoco pueden ser considerados un ataque a la soberanía de España. Begoña Gómez no forma parte de la soberanía de España. Ni es una institución de España. Como tampoco lo es la mujer de Feijóo o el novio de Ayuso. A ver si vamos ya de una vez diciendo las cosas como son, aunque estemos en pre-campaña.
Javier Milei estuvo mal ayer. Como lo estuvieron antes (lo recuerdan hoy los medios argentinos) varios ministros. Puente ha vuelto a estar hoy mal, tuiteando que “si pagar impuestos es un robo, Abascal es un ladrón porque lleva viviendo de ellos toda su vida”. Centrándonos en lo del presidente argentino, lo suyo me parece más una injuria (¿dónde están las pruebas de sus acusaciones?) que un insulto, pero acepto pulpo como animal de compañía. También es una descortesía no pedir verse con el Rey (su verdadero homólogo) o con el Gobierno. Aunque también es verdad que este Gobierno al único jefe de Estado electo al que no ha felicitado es a Milei. Un mal comienzo para un final que aún puede ser peor, una ruptura de relaciones con la que coquetea hoy el ministro Albares. Puestos a establecer motivos para el escándalo, el resto de las cosas que dijo Milei ayer en Madrid del socialismo y del Gobierno me parecen más graves que lo de Begoña Gómez, un exceso mitinero sin duda grave y sin duda también censurable. Lo que tampoco es lógico es que Sánchez revele continuamente a todo el mundo que su verdadero punto débil es su esposa, a la que ya nos ha quedado clarísimo que no se puede mentar críticamente so pena de galeras.
Estamos en tiempo nuevamente electoral. Y PSOE y Vox (el anfitrión de Milei) nos han dejado claro que quieren ser protagonistas. Ninguno de los dos muestra debilidad en las encuestas. Hará bien el PP en tomar nota. En todo caso, con esta sucesión de incidentes, teniendo en cuenta las históricas relaciones entre los pueblos de España y Argentina, queda claro que ‘Mi-lei’ no puede ser la del más fuerte.