Pedro Sánchez es, probablemente, el mejor estratega político español del último siglo y medio, porque siempre consigue que los demás hablemos de lo que a él le interesa que hablemos. Hoy, por ejemplo, es 28M, y no hablaremos demasiado del aniversario de la victoria del PP. Tampoco de que Begoña Gómez haya contratado un abogado por lo que pueda pasar, ni de la amnistía de mañana, ni de lo que planea Puigdemont, ni siquiera de Milei.

Vamos a hablar del reconocimiento del Estado de Palestina, que Sánchez ha formalizado añadiendo que no va contra Israel. Israel lo ha saludado asegurando que “Sánchez es cómplice de incitación al asesinato del pueblo judío”. Nada menos. Por no destituir a Yolanda Díaz cuando dijo lo del río y el mar. A la vicepresidenta los israelíes la ponen ya en sus maldiciones en las redes a la altura del iraní Jamenei y del líder de Hamás. Así de fuerte es la partida.

Sánchez ha condenado a Hamás, pero eso no ha sido suficiente para detener la ira tuitera de Israel, a la que van a seguir consecuencias en inteligencia, comerciales y científicas. Y a ver qué hace Estados Unidos. Y Marruecos, aliado de ambos, como quedó demostrado con lo del Sáhara, que a lo mejor ya no es suficiente.

Bastante mejor lo ha hecho Sánchez con Ucrania. Con quien, por cierto, no cierra filas la parte del Gobierno más cercana al concepto político-económico de comunismo, a pesar de que Putin ya no es comunista. Pero da igual, ellos, con Rusia. Como ZP, pidiéndole a Ucrania que negocie ceder territorio y rendirse. ¿Se atrevería a proponerle algo así a Hamás? En el caso ucraniano no importan los bombardeos en supermercados y teatros. Esos no son ataques genocidas.

No hay concentraciones de españoles ni acampadas de protesta, porque se creen que los autócratas agresores son de los suyos. Y eso se ve que va a Misa por encima de cualquier consideración humanitaria. Porque a las concentraciones ucranianas, las de los demócratas agredidos, prácticamente sólo van ucranianos.