Las cartas de Pedro Sánchez son pura trampa. Una carta se manda siempre con vocación de obtener respuesta igualmente epistolar: las de Dalí a Lorca, las de Sorolla a Clotilde, las de Max Aub a Alberti y viceversa. Las cartas que no buscan contestación se envían al Troilo de Gala o al Platero de Juan Ramón.
La carta de ayer de Sánchez la envió a una militancia acrítica, a la que arengaba a defender ciegamente a su mujer en unas urnas a las que ella no concurre, porque, ya saben, Begoña Gómez es una institución del Estado, mujer empoderada, liberada e independiente, pero muda, a la que otros tienen que defender incluso desde la mesa del Consejo de Ministros. Nunca el interés privado se confundió tan groseramente con el interés general. Bueno, también la ha defendido Francisco Camps en El Independiente en otra clara muestra de inoportunidad política de un expresident que quiere que Feijóo le rehabilite pero que torpedea la estrategia de Feijóo a cuatro días de las Europeas.
La carta de Sánchez, además, critica un eventual pacto anti-natura del españolista Feijóo y el independentista Puigdemont que ninguno de los dos promueve, olvidando el pacto contra-natura del izquierdista Sánchez con el derechista Puigdemont, que es que no se puede ser más cínico o confiar más en que sus hooligans sean como Platero o Troilo, seres acríticos sin derecho a respuesta. Vamos a verla el domingo.
El PP está movilizado, lo acaban de ver. Y el PSOE quiere estarlo, lo vimos ayer con la carta en la manga, que se resume en ‘como han imputado a mi mujer, votadme’. Todo menos dar explicaciones en el Congreso o en una rueda de prensa. Como cuando hacía su particular ‘Aló presidente’ televisivo durante la pandemia, sin que nadie le pudiera preguntar o contestar. Como ahora con las cartas, a las que sólo se puede responder con papeletas. Y la papeleta la tiene, básicamente, el votante del PSOE.