Hay ciertos optimismos que sólo se pueden comprender a la luz de la propaganda y de la necesidad política. Por ejemplo, el que demostraron sobradamente decenas y decenas de observadores cuando Salvador Illa ganó las catalanas. Todos esos expertos dieron por hecho el gobierno del socialista y el fin del procès.

La realidad es que a día de hoy Illa tiene muy difícil gobernar porque los promotores del procès se han vuelto a unir aunque uno de ellos vaya a morir asfixiado por el abrazo del otro. También con la Ford he visto yo mucho optimismo durante meses.

Cada vez que ha habido riesgo de cierre de Almussafes y ese riesgo era conjurado con el cierre de otros o con anuncios de nuevos modelos muchos celebraban que teníamos Ford para lustros.
Ford no es una industria más. Ha llegado a tener 8.000 trabajadores directos, y su influencia en la industria auxiliar en muy grande.

Ahora anuncia su mayor ERE, que afectará a la tercera parte de su plantilla. No es un cierre, pero es un golpe muy duro, que la vicepresidenta y ministra de Trabajo ha solventado diciendo que el que se tiene que preocupar de esos despidos es la Generalitat. Bonita forma de ser ministra, sabiéndose que en su mano hay instrumentos legales adecuados para mitigar el efecto de tanto nuevo parado, como el llamado ‘Mecanismo RED’ (reducciones de jornada o suspensiones temporales de contratos). Lo que no quita para que una empresa con beneficios que recibe incentivos públicos (del Gobierno, del Consell y de Europa) deba corresponder al menos con un nivel adecuado de mantenimiento del empleo.

En el fondo del asunto el problema está en que se nos ha querido convencer de que el coche eléctrico era el futuro, y el coche eléctrico no se vende. Por eso Ford ha tenido que replanteárselo y anunciar la producción de vehículos híbridos…en 2027. Y mientras, estos tres años, 1.622 personas a la calle.