‘Singularidad’ es un concepto físico que hace referencia a zonas del Universo en las cuales el espacio-tiempo se curva tanto que acaba siendo infinito. Cataluña no es una de esas zonas del universo, aunque allí también se curve tanto el espacio-tiempo como para que hablemos infinitamente de lo que allí pasa porque sabemos que va a acabar afectándonos más pronto que tarde a todos los demás.
Sánchez está dispuesto a aceptar la singularidad que hará que Cataluña pague menos, o que no aporte a las comunidades pobres de España, por decirlo con un lenguaje sencillo y simplificado.
Se quejan los independentistas y los socialistas también de que los catalanes son los terceros que más pagan y los 14º en ingresos. Madrid es la primera en la lista de pagadores y la última en cobradores, o sea, que tendría más motivos para quejarse, y no lo hace. Seguramente porque sería como si Juan Roig se quejara de pagar muchos impuestos y de no tener derecho al Ingreso Mínimo Vital. Es lógico que los que no son catalanes protesten por lo que Sánchez va a hacer no por justicia para con Cataluña sino para que Salvador Illa sea presidente. Un escándalo, como diría Puigdemont, que de escándalos, entiende.
Algunos socialistas, entre los que no están los valencianos, que para eso su líder es ministra, señalan la desigualdad que representaría un mejor trato para Cataluña que para el resto. Y el PP también, aunque en 2016, como oportunamente ha rescatado la hemeroteca, Feijóo se mostrara partidario de darle tratamiento fiscal específico a Cataluña. Aquí la prueba de la hemeroteca la pasan pocos. Compromís, desde luego que no. Por eso son tan poco creíbles sus amenazas de no seguir apoyando a Sánchez si la Comunidad Valenciana no es tratada como se merece.
Y mientras tanto, la reforma de la financiación autonómica para toda España, curvándose de manera infinita en el espacio-tiempo.