2024 es un año claramente electoral. A todos los procesos que hemos tenido en España hemos de sumarle elecciones en la Unión Europea, en Estados Unidos, en Venezuela, en Irán, en Rusia, en Reino Unido, en Francia, y en un sinfín de países. Pero en las que nos estamos fijando especialmente es en las de Estados Unidos de noviembre, y en las francesas de ahora mismo.
Este fin de semana tendrá lugar la segunda vuelta de las legislativas galas, que puede perfectamente ganar el partido de Marine Le Pen, la extrema derecha. Enfrente tiene a todos los demás, aliados en torno a la extrema izquierda. Los centristas, la derecha moderada ¿prefieren la extrema izquierda a la extrema derecha? ¿hay más peligro en los unos que en los otros? Los franceses sabrán, pero no parece que la de Le Pen sea la misma derecha extrema de años anteriores.
En el bloque del anti-ultras hay otros ultras, de los que los franceses apenas han sabido nada hasta ahora, al contrario de lo que nos pasa a los españoles con sus correligionarios de este lado de la frontera. Me refiero a Bildu, que ha ganado en una circunscripción del País Vasco francés tras aliarse con socialistas, comunistas, insumisos y ecologistas, y que ha pasado a la segunda vuelta de este domingo, es decir, que dentro de unos días puede que Francia tenga ya un diputado de Bildu en su Asamblea. Por ahí se empieza.
Imagino a Giscard d’Estaing, que tan poco hizo por ayudar a España frente a ETA, removiéndose en su tumba. Los franceses eligen.
