La decisión de Santiago Abascal de romper cinco gobiernos autonómicos por 400 niños y dejarlos al albur de una inestabilidad que a buen seguro sabrá aprovechar la izquierda es algo muy, muy difícil de entender.
Vale que Vox necesita demostrar su independencia respecto a sus competidores. Que son el PP, y también Alvise. Máxime cuando el de Se Acabó la Fiesta se ha aliado en Europa con un partido filo-nazi alemán y el señor Abascal con el pro-ruso Víktor Orban. Esas alianzas nacientes y la alianza ‘muriente’ con el PP deja a los de Feijóo cada vez más centrados y cada vez con mayor nicho electoral, el que puede acabar haciendo irrelevante a Vox.
Además, le quita mantras y argumentarios al PSOE, empeñado en demostrar a base de repetirlo muchas veces que PP y Vox son los dos ultras. Pues no, esta tarde el señor Abascal, rodeado de los suyos para que los suyos escuchen lo que él ha decidido, va a anunciar que rompe. Porque lo contrario, habiendo llegado tan lejos como ha llegado es ya impensable.
¿Y ahora qué? Pues el PP a gobernar en minoría. O a convocar elecciones adelantadas, que la socialista Diana Morant dice que está deseando aunque tampoco parece que el PSPV, con sus luchas internas y su liderazgo intermitente, esté en su mejor momento. Esta tarde sabremos el alcance de la decisión de Abascal, que le va a quitar el sueldo y el oropel a muchos de los suyos, y el de la decisión que en paralelo tome Carlos Mazón con su ejecutiva de partido.
Sería un buen golpe de efecto fichar a alguien. Y si no, anunciar ipso facto los nombres de los sustitutos de los que Vox diga que ya no tienen que tener poder. Todo, por 400 chavales. Eso sí, hoy Vox y PP han aprobado la Ley de Concordia.