La historia nos ha brindado muchas imágenes poderosas, que con el paso del tiempo se han convertido en icónicas en el terreno político.

Pienso en la Marianne, símbolo nacional francés, la mujer con los pechos al aire, la bandera en una mano y el fusil en la otra, que pintara Delacroix y que de inmediato se convirtió en la imagen de la Revolución Francesa, imagen que ha perdurado hasta convertirse en la actualidad en la representación de la libertad, la igualdad y la fraternidad que pregonan los franceses siempre que juegan al fútbol y algunas otras veces.

Pienso también en Iwo Jima, la crucial batalla del Pacífico durante la Segunda Guerra Mundial, de la que todos nos acordamos por ese puñado de soldados americanos empujando un gran mástil con la bandera de los Estados Unidos camino de ponerlo enhiesto sobre una colina, la imagen del triunfo aliado sobre el Imperio Japonés.

Y pienso también en la de Trump de este fin de semana, recién tiroteado, zafándose de sus escoltas tocados con gafas de ‘hombres-Martini’, ensangrentado, alzando su puño al cielo azul de Pennsilvania con la bandera estadounidense presidiéndolo, y gritando “luchad” en plena campaña electoral.

Las dos primeras imágenes que les he propuesto figuran en miles de camisetas vendidas como souvenirs durante años en esta época en la que el márketing manda en nuestras vidas. La tercera vamos a ver lo que tarda en ser impresa.