La Selección es un espejismo. Los efectos benéficos de su rotunda victoria europea nos han durado dos días. O día y medio, porque vaya diferencia en las caras de los jugadores de cuando estaban festejando con el rey, que lo es todos, a cuando fueron a ver a Pedro Sánchez, que es de todos los de un lado del muro. Los jugadores no querían política en sus celebraciones, y parece que los hombres del presidente en algún momento, seguramente en Berlín, debieron mostrar su desacuerdo, porque si no no se entienden esas caras.

Hoy ya no hay celebraciones, hoy hay vuelta a la normalidad suspendida de estos días de hazañas deportivas. Hoy el Constitucional de Pumpido ha salvado a los expresidentes socialistas de Andalucía condenados en el mayor caso de corrupción de la Democracia Española, hoy Yolanda Díaz preanuncia las medidas que mañana proclamará Sánchez para luchar contra los pseudomedios (a ver cómo define a los pseudomedios), hoy nos seguimos preguntando cómo es que Begoña Gómez recibe empresarios en Moncloa y su marido pasa a saludar mientras se celebra la reunión.

Y mientras, la ministra Montero sigue sin resolver la infrafinanciación autonómica, y la ruptura de relaciones en la derecha da alas parlamentarias en Les Corts a la izquierda valenciana. A costa, nunca mejor dicho lo de ‘costa’, del Plan Simplifica del Consell. La cosa se complica.