Empieza hoy un curso político en el que todo va a sonar a conocido, casi casi a Día de la Marmota. ¡Pero cuidado, qué marmota!: la mujer, el hermano y el ex-amigo del alma del presidente, con causas judiciales que llevan más peligro que un alacrán motivado; Puigdemont, más enfadado aún que Ábalos porque se ha quedado con bastante menos de lo que esperaba tener a estas alturas, que, como poco, eran su amnistía y la presidencia de la Generalitat catalana.
Recuerden que de Ábalos y de Puigdemont depende la continuidad del Gobierno. Bueno, y de muchos más, como Compromís, que vuelve a cargar por la falta de financiación, y más ahora que Sánchez ha concedido un misterioso concierto aún no explicado como Dios manda a Esquerra para Cataluña. De hecho no son pocos los socialistas que no lo quieren. El concierto. Por eso Sánchez ha convocado congresos del PSOE en cascada, para que los díscolos tengan otra cosa en la que entretenerse: su propia supervivencia política.
Pero, por si todo esto fuera poco salseo, no perdamos de vista la crisis migratoria que padecemos. En el estado federado alemán de Turingia ha ganado la extrema derecha, precisamente con sus quejas en materia inmigratoria por bandera.
Atenta la marinería, que luego vendrán las ‘madremías’ si la derecha dura -y más que dura- llega a gobernar en Alemania, en Francia o en España.
Pero la culpa será probablemente de quienes, teniéndolo todo en su mano, no han sabido ofrecer soluciones a los problemas que preocupan a la ciudadanía y se han entretenido en crearle problemas que hasta hace bien poco no tenían.
En tiempos de zozobra, los mensajes claritos (aunque sean demagógicos, o precisamente por eso) son los que calan.