La preocupación en el seno del PP por lo que Feijóo pudiera cederle a Sánchez en el desbloqueo del Poder Judicial se ha desvanecido como por ensalmo en cuanto se ha conocido el contenido del acuerdo.

Ni Díaz Ayuso ni Aznar han puesto objeción alguna, sólo Vox, los nacionalistas y toda la ultraizquierda, es decir, la izquierda a la izquierda del PSOE. Antes al contrario, Ayuso y Aznar han saludado el pacto. Que es tan favorable al mantenimiento de la separación de poderes, a la independencia judicial, al nombramiento de jueces por jueces, al blindaje del Supremo (a diferencia de lo que ha pasado en el Constitucional), al cierre de las puertas giratorias, que sorprende que lo haya aceptado Moncloa, y que se ve (excepto en ABC) como un gran triunfo de González Pons. Al César lo que es del César.

Sorprende, porque, como ya dijimos ayer aquí, en el seno del PP tienen a Sánchez por tan gran trilero como para ser capaz de hacer luego en el Congreso lo contrario de lo que su ministro Bolaños firmó ayer en Bruselas para reformar la ley del poder judicial y el estatuto de la fiscalía. Sin la votación del Congreso este acuerdo es papel mojado. Y sin Bruselas, sin el aval de Bruselas de que el pacto se va a cumplir (ésa parece la clave), ni Ayuso ni Aznar hubieran probablemente dicho lo que han dicho.

Hoy Núñez Feijóo, en la sesión de control, se ha sentido obligado a salir al ataque contra Sánchez para hacerse perdonar el pacto: ¿Ahora pacta usted con la ultraderecha, señor Sánchez?, le ha venido a decir. Error. Porque Sánchez, moderadísimo, se ha limitado, condescendiente, a saludar que Feijóo haya vuelto a la Constitución, de la que él se ha erigido todo este tiempo en garante.