Si yo fuera Pedro Sánchez hoy no me hubiera levantado de la cama. Y de haberlo hecho, me iría ya mismo con la música a otra parte, como su hermano el director de orquesta se fue a Portugal. Es que no hay ni una sola buena noticia que el presidente pueda llevarse hoy a la boca.

El panorama, por tanto, deviene en desolador a poco que ojeemos los periódicos del día: Junts (y también el PP, pero no es lo mismo porque Junts es socio y el PP no) le ha tumbado la reforma de la ley de Extranjería, y también la senda fiscal, la condición previa para tener presupuesto en 2025, que en 2024 no los hubo y dos años ‘sin’ sería casi imposible para el ejercicio del gobierno de la nación; Esquerra le va a exigir hoy un Concierto imposible (hablando de música) para investir a Illa; el Supremo ha acusado al Fiscal General del Gobierno (antes, del Estado) de incumplir su sentencia sobre el nombramiento que se empeña en consumar para la exministra Dolores Delgado; su ex mano derecha, Ábalos, ha denunciado en Fiscalía una supuesta revelación de sus datos privados por parte del PSOE, el partido de ambos; y como remate, la UE ha mostrado en su informe anual su preocupación por los ataques de políticos a jueces españoles.

Todo eso, con independencia de cómo evolucionen los casos de Koldo, de su hermanísimo, y de su esposísima, para el que ya saben que el juez Peinado quiere ir a Moncloa a tomarle declaración al presidente como testigo. Sánchez ha dicho que no, que declarará por escrito. Que él a su casa invita a quien quiere. Y más si acaban pasando cosas que de verdad le empujen a no levantarse de la cama, no como estas menudencias de hoy.